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ISSN 1989-4163

NUMERO 05 - SEPTIEMBRE 2009

 

Woodstock: Cuarenta Primaveras

Il Gatopando

Fracasa el intento de celebrar un concierto conmemorativo del cuarenta aniversario del festival de Woodstock, se ha anunciado estos días. ¿El motivo? La ausencia de patrocinadores por la crisis económica.

Y es que esa es precisamente una de las cosas que llama la atención del observador actual al echar la vista atrás: la ausencia absoluta de logos, de eslóganes y de reclamos publicitarios en toda esa zona deliciosamente catastrófica en la que se desarrolló el festival. Los mensajes, allí, los lanzaron los músicos y el público, sin interferencias. Y aún así, aunque bordeando el caos, el milagro fue posible.

Con la perspectiva de estos cuarenta años hoy se nos antoja un empeño quijotesco, cuando no abiertamente suicida, ése de reunir a las mejores bandas de música rock del momento durante tres días y sus correspondientes noches tratando de cubrir todos los gastos con el simple precio de las entradas.

Hoy nadie se plantea algo así sin contar con el sólido apoyo de un nutrido grupo de patrocinadores. Por eso mismo a muchos jóvenes que estos días hayan oído hablar de aquel festival les sorprendería saber que la presencia de marcas comerciales hubiera supuesto un atentado frontal contra el espíritu y los valores que aquel fin de semana llevó a varios cientos de miles de jóvenes a reunirse para disfrutar de la mejor música rock del momento.

Quién sabe si algo así, o remotamente parecido, sería posible hoy ni aun renunciando los artistas a cobrar por sus actuaciones. Claro que la presencia de patrocinadores comerciales tiene también un precio, si bien éste no se mide en dólares o en euros sino que entra en el terreno de lo intangible. Se trata de la fagocitación por parte del sistema de aquel espíritu de rebeldía, o incluso de subversión, que un día animó a la música rock. A cambio de sustraerle su esencia original, se ha favorecido más y más todo lo que éste ofrece de simple pose.

En una palabra, el rock ha perdido las aristas y todo lo que un buen día tuvo de subversivo, como a un toro al que se le afeitan los cuernos o el tigre de Bengala, ya cansado, que un día más salta por el aro en la carpa del circo.

Corren tiempos de palcos vip, de precios de entradas inflados y botellines de agua que cotizan en bolsa; rara es la gran estrella del rock que hoy en día no concita en sus grandes conciertos a jóvenes vástagos de la casa real de turno e incluso a políticos que buscan resarcirse de sus anodinos periodos de juventud.

Eso es lo que más echo de menos cuando reviso el fantástico documental sobre el concierto de Woodstock. Que todo aquello era mucho más que un simple entretenimiento. Imagino que no soy el único. De otro modo no se explica la fascinación que aquel sigue ejerciendo en su cuarenta cumpleaños. Desde esta perspectiva, la suspensión definitiva del concierto conmemorativo es una buena noticia.

 
 
Woodstock

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